Durante el verano de 1984 Nancy, que por aquel entonces tenía siete años, se enfrentó a uno de los momentos más significativos de su corta vida: cambiar de barrio y también de escuela. Nancy, sus padres y su hermana pequeña se acababan de mudar al barrio Unión de Petare, que se encuentra en Caracas.
Su historia de la mano de Fe y Alegría comenzó el día en que visitó el Colegio María Inmaculada acompañada de su madre, para pedir plaza. Un mes después, cuando terminó el verano, salieron las listas de los alumnos aceptados y comenzó el curso: “Mi primer día de clases fue genial, me encontré con los niños con los que jugué durante el verano…”, recuerda. “Después de treinta años seguimos siendo grandes amigos, y nos reunimos de vez en cuando.”
Tras varios años, culminó sus estudios y dejó la escuela para comenzar una nueva etapa como estudiante universitaria de Informática, pero Nancy no se desvinculó de Fe y Alegría: se hizo voluntaria para impartir clases de baile y se incorporó al grupo juvenil “Las Huellas”.
Poco antes de terminar la universidad, el Colegio María Inmaculada fue autorizado para graduar bachilleres en Administración de Procesamiento de Datos. Fue entonces cuando Nancy tuvo la oportunidad de sentarse al otro lado de los pupitres en la misma escuela donde se formó: “Recuerdo mi primer grupo de estudiantes de Computación, su cara de asombro pues yo solo era cinco años mayor que ellos… Así, durante catorce años estuve al servicio de la educación de niños y jóvenes del Colegio Fe y Alegría María Inmaculada.”
En la actualidad, Nancy trabaja en la Radio de Fe y Alegría en Caracas: “Allí sigo descubriendo y viviendo en la combinación de la educación y la comunicación mi pasión en el servicio, del amar primero, llenándome de esperanza en cada joven que se hace profesional y mejor persona, en cada producto que sale al aire.”
Desde 2010 Nancy es madre de una niña, Edimar. Fe y Alegría cambió su historia y, ahora, cambia también la de su hija: “Cuando a ella también le llegó la hora de iniciar su educación, cuando coloqué en su uniforme la insignia del corazón de Fe y Alegría, volví a sentir la misma felicidad de aquel primer día de escuela.”
- Nancy Montero -